lunes, 19 de abril de 2010

CASO VINAGRILLO - CARLOS ALAYO RODRIGUEZ

El 18 de abril del 2004, la Policía Nacional capturó a 11 traficantes de drogas y decomisó 406 kilos de cocaína en Junín. Parecía un golpe cualquiera. No lo era. Los narcos habían comprado una finca en el poblado Matahuasi, distrito de Concepción, en Huancayo, para acopiar la droga. El plan era ocultar la coca en el camión de placa WP-8101, donde iban a ser transportadas ocho vacas hacia el camal de Yerbateros. El polvo blanco había sido acondicionado en un tabladillo del vehículo, el cual fue cubierto con abono y aserrín para despistar a la Policía de Carreteras. Pero todo falló. Un “informante” permitió a la Policía llegar a la droga y a la banda. Éste había “financiado” la operación, pero en el momento más oportuno escapó. Su nombre: Carlos Alayo Rodríguez (a) “Vinagrillo” para los amigos. Los detenidos confirmaron que ‘Vinagrillo’, en efecto, habría entregado el dinero para la compra de la cocaína en el Valle del Apurímac-Ene, para su procesamiento. Pero lo cierto es que su papel había sido aún más complejo. Alayo Rodríguez, de 56 años, habría sido un traficante de drogas que estuvo involucrado con la “firma” de los hermanos “Cachique Rivera” en el Alto Huallaga.
Con los años fue captado por miembros de la Policía Nacional y Agentes de la DEA, pero como muchos “Informantes” igual siguió traficando. Inicialmente, dijo a los agentes antidrogas que los 406 kilos eran de un primo de Abelardo Cachique, pero luego confesó que pertenecían, en verdad, a un “empresario aerocomercial” de Lima que tenía planeado enviar en total 3 toneladas de cocaína a China por un valor de US$ 23 millones.
‘Vinagrillo’ decidió seguir colaborando, pero pidió tiempo y viajó a Trujillo. Fue entonces cuando Zevallos se enteró de su testimonio. El 18 de mayo del 2004, apenas un mes después de comisada la droga en Junín, la Policía halló el cadáver de un hombre a un lado del kilómetro 397 de la carretera Panamericana Norte, en Chimbote. Presentaba un orificio de bala en la cabeza, golpes en el cuerpo y rostro. Había sido torturado. Los restos no fueron identificados sino hasta setiembre de este año, cuando un testigo declaró a la Policía que la víctima era Carlos Alayo Rodríguez. El ajuste de cuentas era obvio, pero ¿quién ordenó apretar el gatillo? Alayo Rodríguez fue visto en Chimbote un día antes de su muerte, el 17 de mayo, acompañado de un sujeto pequeño y de rasgos selváticos.
Hace dos meses, la Policía mostró a los testigos una foto de Jesús Flores Matías, “Shuco”: “¿Es él?”, preguntaron. “Sí”, fue la respuesta. ‘Shuco’, según la Policía, era amigo de ‘Vinagrillo’ y también uno de los sicarios de Zevallos. Hace un mes, Lincoln Flores Matías, preso en el penal de Piedras Gordas, declaró a la fiscal Loayza que su hermano asesinó a Alayo Rodríguez por orden del ‘Lunarejo’. Se habían enterado de que era el “informante” que los había traicionado.
El círculo se fue cerrando con la declaración de la esposa y sobrino de la víctima. Ellos testificaron que, una semana antes de su muerte, ‘Vinagrillo’ les dijo que la coca de Junín era de Zevallos. Temía por su vida porque había entregado la “mercancía” a la Dirandro y también US$ 500,000, destinados para acopiar más droga. “Shuco” no estaba solo cuando mató a Alayo Rodríguez. Lo acompañaban otros dos sicarios, cuyas identidades se mantienen en reserva. Uno de ellos confesó que la orden para disparar provino del ahora detenido Zevallos. En Las Casuarinas, además, se hallaron documentos personales de ‘Vinagrillo’, así como expedientes y copias de sus declaraciones secretas (fuente CARETAS).
El equipo de Inteligencia corroboró que la cocaína incautada el año pasado tenía como destino China. Sorprendentemente, Flores Matías registra viajes a ese país, pero con otra identidad: Henry Domínguez Tello. Quizá por eso su suerte estaba cantada. En agosto del 2004, ‘Shuco’ fue asesinado de dos tiros en la cabeza en San Miguel. Sabía demasiado.

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